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Ella no dormía, flotaba. Un instante suspendido entre lo real y lo imaginario
No era su mascota. Era su espejo
No sabía si eran estrellas varadas o señales para quedarse
No rugía, pero el mundo temblaba cuando pensaba
La realeza no siempre lleva cetro. A veces camina con garras.
A veces no se rompe el rostro, se raja lo que callamos.
No necesita que le expliques cómo funciona. Ya lo desarmó, lo entendió y lo mejoró
A veces lo más importante no estaba en el temario, sino en los márgenes
La brújula apuntaba al norte, pero ella prefería los días sin mapa
A veces no era el tren el que no llegaba. Era él quien aún no decidía partir.
No era una máscara para ocultarse. Era la única manera de verse
El espejo no miente, pero a veces refleja al monstruo que callamos
Nada bueno empieza con vodka y un gato observando
A veces el monstruo no viene a devorarte… sino a acompañarte
No todos los muros ocultan algo. Algunos lo invitan a entrar.
Crecimos hacia arriba, olvidando que nunca tocamos el suelo
Una nueva generación de artistas recoge el pincel que Artemisia no soltó nunca.
El mundo que ves no siempre es el que llevas dentro. A veces, el filtro no es digital: es emocional.
Sentada frente al templo, pero lejos de cualquier certeza. A veces la fe se parece demasiado a la espera.
A veces el viaje termina antes de que el tren se detenga.